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morochisima

Capitulo 16

Hoy es un día igual a todos, sin embargo amanecí con ganas de escribir, y veo el anillo de plata en mi mano izquierda y pienso en lo loca e impredecible que puede resultar la vida. Siento ganas de correr a su lado y abrazarlo y me siento estúpida al sorprenderme yo misma escuchando ese compact que está mas que gastado, el de José Luis Perales... Un compact que seguramente junto a otros, fueron las melodías que me acompañaron durante este año y pico en esta hermosa aventura de amarlo; pero lo mas tonto y ridículo, es ver mi sonrisa que se dibuja paralelamente a cada nota musical y en cada torpe palabra que plasmo instantáneamente en estos escritos. Escritos que antes de ser inmortalizados en el monitor de la computadora, muchos pasaron por la vergonzosa instancia de la lapicera y el papel. Papel tachado y con apuntes de la facultad en la faz inversa, papel amigo y papel compañero... Papel confidente e incondicional, porque a diferencia de la computadora él siempre está, y es el único que siguió mis pasos desde que experimenté por primera vez la palabra escrita.
Es por esta razón que a veces opto por volcar mis sentimientos, aunque a veces la lapicera se me gasta y la mano se me cansa de ser solo un instrumento de mi alma. Aunque a veces eso implique sentarme luego frente al monitor y pasar, palabra por palabra, letra por letra mis odios y mis pasiones graficados sencillamente en, a veces unas líneas, otras en largos párrafos repletos de frases y expresiones, que seguramente yo y otros pocos, entenderían.
Pero... ¿No les ocurre que frente al tradicional papel las palabras fluyen sin necesidad de pensarlas? Sin embargo es como si mi corazón, mi cabeza y mi cuerpo no tuviesen compatibilidad con la informática y la inspiración se niega a brotar para convertirse en un pensamiento hecho frase.
Hoy es un día de sol y mágicamente las melodías de Perales fueron remplazadas por un compact inédito de Viejas Locas... Música que sin lugar a dudas trae hasta mi habitación recuerdos de mi adolescencia, recuerdos de mi momentos de gloria y de mis amigas que, a su manera, continúan estando.
Recuerdo nuestras noches de amistad, en donde nada era mas valioso que divertirnos. ¡Mis tiempos de locura y rebeldía! Y ahora todas buscamos la felicidad de una manera distinta, que por supuesto nada tiene que ver con aquellas revoluciones nocturnas.
Hoy todas crecimos, y encontramos nuestro lugar en caminos muy distintos, algunas continuamos con nuestros estudios, otras decidieron formar una familia, pero siempre distanciadas, separadas por obligaciones y pequeñas cosas que conforman la cotidianidad de todos los días, sin embargo lo mágico, lo maravilloso, es que sé que están y que en medio de las tormentas y de los momentos de alegría, serán ellas, (así como lo fueron toda la vida) mi cable a tierra, mis sostén mas firme, mi brújula incondicional en medio del caos, y sé también que su risa estará en su risa, y sus aplausos serán los mas sonoros sobre un silencio cruel y quebrantador.
Y además, cómo hacer para olvidarlas, cómo si forman una de las partes mas significativas de mi vida.
Cómo olvidar a aquella nena de ojos azules que desde que tengo uso de razón es mi compañera de aventuras, la tía de mi muñeca mas linda, y tiempo después casi sin darme cuenta, paralela a mi, esa nena creció y nos encontramos con una docena de años más hablando de cosas que se alejaban mucho a la mancha, la bicicleta y las escondidas; y la leche chocolatada había sido remplazada por un enorme termo y un mate que sería testigo de las mas secretas historias de amor y locuras.
Como olvidar a mi hermana de la vida, de la experiencia; hermana de anécdotas y recuerdos que están celosamente grabados en el fondo de mi corazón. Cómo olvidar sus consejos y su manera de guiarme en la vida, y sí, ahora que me pingo a pensar, ella siempre fue para mi como una hermana mayor, en su hombro lloré varios pares de desilusiones y fracasos personales, con ella también reí y ¡Como lo hice! Fue sin lugar a dudas lo que de chica caratulé orgullosamente como “Mi mejor amiga” y con eso no quiero decir que hoy por hoy no lo es (porque estaría mintiendo) sino que capaz años atrás me inflaba de orgullo cada vez que se la presentaba a alguien, indudablemente estaba orgullosa de nuestra amistad y pensé que seriamos así toda la vida, carne y uña, para donde iba una, iba la otra y hoy, aunque la quiero con todo mi corazón y sé que siempre que la busque va a estar, sé también que las cosas cambiaron y que tanto ella como yo crecimos y como debía ser seguimos nuestros caminos.
Cómo olvidarla a ella, a esa personita de un metro y un poquito mas que a donde iba irradiaba alegría. Cómo no acordarme de las mil cosas que hicimos juntas, aún, apenas conociéndonos. Cómo olvidarla si con ella aprendí que en la amistad nada es cuestión de cantidad, sino más bien de calidad. Cómo olvidarla si me dio mi primer sobrinita... y lo que nunca podré sacarme de la cabeza es cuando miré por primera vez la tira radioactiva del test que le dio positivo. Una mezcla de asombro y miedo y mientras Martina (que hasta entonces era Romancito) iba creciendo dentro de ella, las expectativas, junto con la alegría y las ansias, comenzaban.
Cómo olvidar a mi cuarta amiga, a esa mina que nadie nunca la iba a pasar por arriba. Sin embargo ese armazón resultó no ser de hierro, y me di cuenta que no era mas que una débil ojalata y que debajo de ella existía una personita maravillosa, que pronto se transformaría en una de las mejores orejas dispuestas a escuchar. Cómo olvidar cuando ella también me contó que posiblemente fuese mamá. Y la panza empezó a crecer y a crecer... Y fue así, vestida de blanco y con una linda coronita en la cabeza que entré a la iglesia, y me sentí orgullosa de ella, porque estaba hermosa, y era feliz y en ese mismo momento desee (para mi interior) que su alegría se multiplicase mil veces para el futuro...
Y casi sin darme cuenta, Nació Mariano.

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